Es muy curioso escuchar a algunos habituales a los guachinches comentar sobre el precio de la comida en este tipo de locales. A algunos les parece caro comer por ocho, nueve o diez euros y no reparando en el origen y el porqué de los mismos así como seguir pensando en éstos, como en aquellos locales donde de una manera coloquial se referían a ellos como ventas de ***"chochos y moscas", atrás quedan las ventas de los barrios y pueblos allí donde acababa el mostrador y ocupaban su lugar el surtidor de aceite comestible y el de petróleo.
*** Las puertas de las ventas estaban flanqueadas por una cortina de "chochos", como se estilaba en la época, y que servía como contención a la entrada de las moscas. De estas cortinas y del consumo de los mismos, al igual que de la frecuencia de estos insectos, deriva la frase de “ventas de chochos y moscas”.
En esos rincones los parroquianos, a sabiendas de que el ventero siempre tenía un garrafón de vino, mojaban sus labios y trasegaban por sus paladares el siempre y bien hallado morapio en las tardes de tertulia robadas a su familia, todo ello con el acompañamiento, o armadero si se prefiere, para prolongar su permanencia en las mesas vestidas con los manteles de hule para aguantar los rebozos del vaso y del plato.
Si al principio fueron los chochos, manises, "cabrillas de gofio", jareas o sardinas saladas, con la inestimable colaboración y aportación de las mujeres a la tarea de venta de excedentes de vino, se fueron incorporando platos como las garbanzas, la carne fiesta, la ropa vieja o el pescado salado siendo éste el comienzo de los primeros guachinches, en la década de los cincuenta del pasado siglo, siendo los únicos requisitos para montar este tipo de establecimientos, un rincón hurtado de la propia vivienda, buen vino y algunos platos de comida afanados del caldero de su propia cocina familiar.
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En la actualidad las exigencias administrativas de tiempo de apertura, mantenimiento, salubridad, higiene, calidad agroalimentaria, seguridad y hasta el tipo de comida y bebida está determinado por la normativa 83/2013 de 1 de agosto de 2013.
Detrás de cada "guachinche" subyace toda una familia trabajadora de la tierra, que unidos salen adelante ofreciendo comida de calidad a precios bajos, siendo esto posible gracias a que ellos mismos se suministran de sus huertas la mayoría de los productos que sirven en las mesas para acompañar al vino de cosecha propia.
Gracias a este tipo de actividad y arraigo en la cultura vitivinícola y gastronómica de nuestras islas se contribuye a complementar la oferta turística en medios rurales, al turismo gastronómico, a la conservación del paisaje y sobre todo a preservar nuestras costumbres y tradiciones.
También se pide......comer bien, pero muy barato. Que nos atiendan como si estuviéramos comiendo en un restaurante de "3 Tenedores", pero a precios bajos. Que tengan buenos accesos, aparcamientos, en síntesis.....buena comida, buen servicio pero sobre todo muy barato.
Alguno se ha parado a pensar, que exigimos que sea todo como hace sesenta años, sin tener en cuenta que ni los tiempos ni la situación económica es la misma, que hay un relevo generacional que hace que en la actualidad en un guachinche podamos disfrutar de creaciones culinarias, basadas en nuestra gastronomía tradicional, pero con un toque de modernidad, pues cada día hay más jóvenes sin salida laboral que han decidido seguir la estela de sus padres o abuelos y volver al campo a conservar nuestras tradiciones con un toque actual, que para nada desmerece nuestra cultura gastronómica en este tipo de locales, “Los Guanchinches Parranderos".