La cabra, parte fundamental en la economía de los aborígenes de las islas, ya que dependiendo del número de cabezas de ganado que se tuviera, era el nivel social del propietario, rebaños que estaban formados mayormente por hembras para producir la leche, donde separaban a las crías hasta la época de celo para iniciar la reproducción. Los machos también se separaban de la manada principal hasta que comenzaba el verano. Es por lo tanto en otoño cuando nacían los baifos.
La gambuesa se compone de varias dependencias. La mayor de unos 560 metros cuadrados, está destinada a las cabras recién llegadas. Apoyado en el muro se levanta un pequeño recinto de unos doce metros cuadrados vallado con madera, donde se ubican las destinadas a la marca. En el otro corral contiguo, de unos 140 metros cuadrados, se sueltan algunas cabras, madres de los baifos, a las que se les sus crÍas tras el marcado. En una pequeña choza de dos habitaciones parcialmente techada con maderos de tarajal y aulagas, los pastores instalan la intendencia.
En algunas fuentes lingüísticas e historiográficas está referido el término gambuesa, como un corral de grandes dimensiones para reunir el ganado en las apañadas, que eran los ejercicios que se realizaban de tanto en tanto para que el rebaño guanil, fuera reconocido por sus dueños, se marcaran los baifos nacidos durante esos períodos de suelta, se ordeñaran cabras que no estaban bien mamadas, y se caparan los machos mayorcitos.
Apañada
después de conducir los animales hasta la gambuesa, hay que distribuir la manada entre el corral grande y el corral chico. después de la carrera de los animales hasta llegar a la gambuesa los baifos con hambre se acercan a mamar de sus madres lo que se llama ajijarse, luego viene el marcaje de las crías, según la marca que tenga la madre, estas se suelen hacer en determinadas partes el cuerpo del animal las orejas, o nariz, que a su vez es de un propietario que previamente la ha registrado la marca que en algunos casos se traspasan de padres a hijos o incluso se venden.
De la cabra los aborígenes aprovechaban todo, la leche, manteca, queso, con la piel hacían zurrones, correas, mantas, mochilas, con el pelo cuerdas y diferentes útiles con los huesos y los cuernos.
La cabra aborigen era de pelo corto y marrón, manchas blancas y negras en las patas y hocico y una raya negra en el lomo produciéndose un intercambio genético a raíz de la conquista y colonización de las islas en diferentes razas de caprino que se configuran en la actualidad, como son la cabra majorera, la cabra palmera, la cabra tinerfeña del norte y la cabra tinerfeña del sur.
Entre ochenta y cien cabezas componen un rebaño, siendo la mayoría cabras, un mínimo de cinco o seis machos y una veintena de baifos. Los machos se mantienen sobre cinco años en la manada, la primera monta de las cabras se realiza a los diez meses y el periodo de gestación dura unos 150 días, unos cinco años el periodo de producción de leche y de unos diez años la esperanza de vida.
Ahora que ya conocemos nuestras cabras vamos a hablar de un oficio duro y sacrificado que se inicia desde primera hora de la mañana con el ordeño a las cabras para a continuación llevarlas a comer a barrancos o huertas y posteriormente al corral para terminar su alimentación con grano tipo millo, alfalfa o paja. El cabrero tiene la ayuda inestimable de su perro para la conducción del rebaño a pastar ya bien sea por la mañana o bien entrada la tarde. Gritos y silbidos le ayudan en esta labor.
Los cabreros han sido a lo largo de la historia los representantes del oficio más antiguo de Canarias y los portavoces por derecho propio de la cultura popular más ancestral.
Este enorme sacrificio y soledad hacen posible que podamos saborear productos como el queso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario